Sobre esta pasión expresaba:
«Me gustaba leer los libros de Salgari, de Verne ..., quería ser como [un] pirata de Salgari; a esos piratas lo vi muy buenos, muy generosos y hasta bondadosos ... y así quería ser, un pirata... pero un pirata debía conocer los mares..., y la geografía, para recorrer el mundo ... Debía estudiar las estrellas, pues ¿cómo orientarse en el mar sin conocer las constelaciones? Había que estudiar cosmografía y también aritmética y geometría, pues las cosas se hacen a base de suficiente preparación. Quise ser de todo, astrónomo, geógrafo, ingeniero ... [...] Éramos siete [amigos de un colegio] a quienes, creyendo ser ya sabios, se nos metió la idea de concurrir al Observatorio de Tacubaya, no como simples visitantes, sino para que se nos dejara usar los instrumentos para descubrir otros planetas, cometas, y muchas nebulosas ... Don Joaquín Gallo tuvo la paciencia de tolerar nuestro deseo y nos enseñó cosas del Observatorio, pero también nos hizo cierto examen con el que enseñamos el cobre y ya no salimos de ahí tan seguros de nuestro vale. Sin embargo, regresamos, y aunque amablemente se nos permitió incursionar por las instalaciones, sólo pudimos meter la nariz, no nuestro talento. En el observatorio se nos conocía como Los Siete Sabios de Tacubaya ...»
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